Se dice y debe ser cierto, que en tiempos una ardilla podía cruzar toda la Península Ibérica de Norte a Sur saltando de rama en rama. Dejando de lado lo absurdo de ese viaje para el roedor, salvo que viviera en Santander y tuviera familia en Cádiz, a día de hoy, lo mejor que puede hacer el animalito es autoestop.
Ya casi no quedan arboledas importantes –con todas las salvedades que queramos hacer-. Y, desde luego, buena parte de la Piel de Toro se ha quedado con enormes calvas de muchos kilómetros cuadrados. El ser humano, ya se sabe: el progreso, las necesidades de las personas antes que la Naturaleza, y esas cosas…
Pero no todo está perdido. Gracias al deporte de aventura, hemos encontrado un nuevo argumento para conservar el bosque. Esta actividad es una forma de que los Ayuntamientos ingresen un dinero a través de las compras o los permisos referidos a estas actividades.
Actividades beneficiosas en todos los sentidos
Dicho de otro modo: quien viene a practicar, digamos, geocaching, come en el pueblo e incluso se hospeda allí, dejándose un dinero que, sin el bosque que rodea al casco urbano, no se habría gastado.
Si algún vecino tiene la feliz idea de montar un recinto para practicar el paintball, por poner otro caso, éste paga sus impuestos, aparte de los ingresos referidos en el párrafo anterior. Beneficios para la economía local y para el mayor atractivo del entorno.
La envidia de Tarzán
Y, por supuesto, no íbamos a dejar pasar la ocasión de hablar de una propuesta muy divertida: se trata de una fenomenal excusa para pasar un día en el bosque y practicar un deporte que no está aún demasiado extendido en España –aunque todo se andará-.
Se llama arborismo y consiste en realizar diferentes ejercicios y pruebas suspendidos entre los árboles. Antes de empezar, por norma general, los monitores de cada empresa imparten unos cursos básicos de qué hacer y qué no en la práctica de este deporte. Hecho esto, cada uno explora las posibilidades del circuito y las suyas propias.
La seguridad, ante todo
Es importante recalcar que el arborismo ha de practicarse en condiciones de altísima seguridad, algo de lo que también suele encargarse la empresa. Y es que descolgarse con una tirolina puede ser muy divertido sin necesidad arriesgarse a una caída de diez metros; o trepar por una red es un muy sano esfuerzo, sobre todo si la caída no supone irse al hospital, o algo peor…
Son más ejercicios de los que podemos imaginarnos. Es más diversión de la que somos capaces de expresar. Es uno más de los muchos argumentos para dejar que los bosques crezcan y nos ofrezcan cuanto podemos necesitar o desear.