En 2010, el New York Times investigó sobre unas fotos que circulaban en redes sociales y medios de comunicación, sacadas desde lo alto de los edificios más fmosos de la capital rusa. La sorpresa llegó cuando descubrieron qué había detrás de esas fotos.
Ellos fueron los primeros en hablar de los roofers. Una subcultura sencilla y temeraria, que consiste en escalar hasta la cima de edificios, estatuas o monumentos más altos y como haría cualquier expedición en una cima de una montaña inexplorada, conquistar la cima y proclamarlo a los cuatro vientos. Pero lo que es más escalofriante… lo hacen sin ningún tipo de seguridad, red o cuerda.
¿De dónde sale este movimiento?
Esta práctica surge del buildering, el cual viene del urban climbing, nacido en Inglaterra a finales del S. XIX y que consiste en la escalada de edificios o lo que aquí se conoce como “mosca humana”.
Los roofers nacen del deseo de descubrir lugares ocultos o inaccesibles de la ciudad, las emociones fuertes, fotografías y la popularidad de colgar sus fotos en redes sociales. Ya que no hay foto de su logro el esfuerzo no habrá valido la pena. Ya que sin cámara para tu subida a un tejado es como si no hubieras subido.
Y es este acto obsesivo de fardar lo que le quita prestigio y espiritualidad a esta actividad. Ya que muchos son los roofers que se describen como un movimiento social. La soledad y la reflexión que ofrece un espacio alto, justificando su acción como una crítica a las autoridades por no destinar sitios para los jóvenes.
La opinión pública, horrorizada
Y resulta obvio. Estamos hablando de jóvenes, de los cuales la gran mayoría tiene menos de 20 años. Que resultado de la influencia de Internet y las fotografías de estas correrías, empiezan a practicar este tipo de actividad. Sin ningún tipo de seguridad con la que contar. Ni ninguna clase de permiso para escalar edificios.
Se comunican a través de redes sociales. Ya que Internet es el acumulador y el catalizador de este movimiento. Haciendo y planificando quedadas para iniciar las actividades a desarrollar.
Tragedias inevitables
Como era de esperar, estas aventuras tienen un alto riesgo que muchas veces acaba cobrándose la vida de estos jóvenes, para algunos insensatos. Como el caso del joven de 18 años Alexei Podchufarov. Que murió tras precipitarse al vació mientras escalaba por las cristaleras del edificio de Correos de Moscú.
Los expertos aseguran que este tipo de prácticas siempre han existido. La adrenalina, resultado del miedo y la emoción, siempre son factores que enganchan a practicar acciones tan al límite como éstas.