No todo está descubierto ni todo está a simple vista. A veces hay que atreverse, retarse y vencerse a uno mismo. A esa conclusión he llegado en cuanto me he puesto a leer algo sobre un deporte que siempre me ha llamado poderosamente la atención: la espeleología.
Antes de seguir adelante, vamos a definir esta práctica. Para ello, recurriremos a la enciclopedia virtual “Wikipedia”, que nos dice que “La espeleología (del griego σπηλαιου spelaiou que significa cueva y -logía, tratado), es una ciencia cuyo objeto es la exploración y estudio de las cavidades subterráneas.”
Aunque tiene su origen, como su propio nombre indica en una disciplina científica, son muchos los que la practican como deporte de aventura (se ha propuesto, en este caso, llamarlo “espeleísmo”, pero la idea no ha cuajado).
En volcanes, en roca o bajo el agua
Según el tipo de cavidad en el que se practica, podemos clasificar este deporte en tres grandes ramas: el espeleobuceo, del que ya hemos hablado y que consiste en explorar cuevas o minas inundadas; la espeleología volcánica, de la que nos ocuparemos en otro artículo; y la que nos ocupa: la espeleología Kárstica.
Se trata de explorar cuevas, naturales o no, que se encuentran en la superficie del planeta, habitualmente largas y de un desnivel importante. Eso sí, y aunque hay niveles de dificultad, no pensemos que nos vamos de paseo: las condiciones de la exploración suelen ser duras:
Dificultades de todo tipo
Debemos tener en cuenta que muchas de las cuevas kársticas se encuentran se hallan en macizos montañosos más bien fríos y con ríos subterráneos permanentes. Esto cauces, habitualmente discurren a temperaturas no muy superiores a la de la congelación del agua, de modo que dificultan todavía más el tránsito del espeleólogo. Otro de los peligros de los ríos subterráneos que crezcan de repente, debido, por ejemplo, a una tormenta en la superficie, lo que puede dejar aislados a los exploradores.
Pensemos que nos hallamos en una cueva natural, que es una obra de ingeniería de la Naturaleza: tras millones de años, el agua ha disuelto la roca, abriéndose paso micra a micra. También existen cuevas en el hielo (pseudokarst), aunque no dejan de ser el resultado de la disolución del agua sólida.
En cuanto a qué nos vamos a encontrar en esta especie de mundo paralelo que habitualmente se encuentra bajo nuestros pies, es preferible dedicarle un escrito a las posibles formaciones. De hecho, un solo escrito será poco espacio, habida de la literatura que se ha producido en torno a ellas. Pero el camino más largo comienza con un solo paso.