Las olas son, naturalmente, las grandes protagonistas del deporte del surf. Es entorno a ellas a lo que gira buena parte de la vida del surfero y es por tal motivo por el que vamos a tratar de conocerlas en algo más de profundidad (no, no es un juego de palabras).
Para empezar, veamos qué son cómo se originan las olas. Se trata de lo que los físicos llaman “ondas mecánicas” y son la propagación a través de un material de una perturbación que conlleva trasladar cierta cantidad de energía. De hecho, no transportan agua, sino que esta se mueve en círculos.
Para hablar del origen de las olas, hemos de mirar al aire: es el roce del viento el que genera las ondulaciones que conocemos como “olas”. Estas serán más o menos grandes según la fuerza con la que sople el viento.
Cuestión de isobaras
De hecho, para predecir si tendremos o no oleaje, debemos acudir a la predicción meteorológica y atender a las isobaras: cuanto más juntas, más viento; cuanto más viento, más olas.
Y en lo que se refiere a las olas, también existen tipologías: las de mar de fondo, conocidas como swell, las olas de viento y las mixtas:
Las primeras se originan mar adentro pero llegan a la costa ya sin el concurso del viento. Las olas de viento llegan a la costa sin tiempo de ordenarse, creadas cerca de la costa, llegan con mucha frecuencia y acompañadas del molesto viento. Finalmente, las olas mixtas toman características de una y otra.
El tamaño y la frecuencia tienen su importancia
Hablando de características: ¿a qué podemos atender para clasificar una ola? Pues, podemos empezar por su altura o tamaño. Es la distancia entre la cresta y a base, y suele acrecentarse según se acerca a la costa: el fondo empuja la onda hacia arriba hasta que se unen superficie y fondo y la ola rompe. Suele medirse en metros.
También puede clasificar las olas por su periodo o intervalo. Esto es, cuánto tiempo ha transcurrido desde que dos crestas han pasado por el mismo lugar. Los intervalos altos (a partir de diez segundos de media) suelen ser propios de olas grandes.
Los tres últimos criterios que vamos a mencionar son la longitud de onda o distancia entre dos olas consecutivas; la dirección con respecto a la orientación de la costa; y la fuerza de la ola o violencia con la que rompe la onda, y que será mayor si lo hace en hueco, formando un tubo.
¡Uf! Voy a por la tabla…