Nos encontramos ante la más evidente de las pruebas de que los deportes de aventura están en continua expansión. El crecimiento de estas modalidades marcha paralelo al de las tecnologías y éstas, a su vez, crecen y se desarrollan de la mano del número de participantes.
Es fácil que no te suene demasiado el nombre de “flyboard”, habida cuenta de lo novedoso de la modalidad. Aunque acabará por sonarte, vista la rapidez con la que crece su número de seguidores.
Por ahora, el número de participantes es bajo, si lo comparamos con otros deportes, aunque lo espectacular y divertido que es, y que además aparenta ser, amenaza con extenderlo por los siete mares a poco que vuelva a apretar el calor estival.
Una tabla que nos convierte en delfines
Veamos en qué consiste: básicamente, la idea es conectar una tabla a una manguera que, a su vez, se comunica con una moto acuática. Una idea que se hacía realidad a manos del piloto francés Franky Zapata, campeón de Jet Sky.
Zapata desarrollaba el invento que luego patentaría en su taller especializado en motos acuáticas. La “flyboard” o tabla voladora permite que una persona se propulse con la presión del agua que le llega a través de la manguera hasta a unos diez metros de altura, para luego dejarse caer y sumergirse como si de un delfín o un pez volador se tratara.
Controlado por el propio cuerpo
Los controles del ingenio nacen del cuerpo del propio piloto (o como quiera que se le llame a los practicantes de este deporte, si es que le han dado ya un nombre. De o ser así, desde aquí sugerimos el de “delfines”, que queda muy elegante). Los controles: lo chorros a presión que salen desde debajo de los pies sirven para dirigirse a uno u otro sitio. Los de las manos, para estabilizarse.
El ingenio permite realizar todo tipo de maniobras y filigranas sobre el agua. De hecho, ya se están celebrando las primeras competiciones oficiales. Entre ellas, el campeonato del mundo que se disputaba en Doha (Qatar) el mes pasado.
Con el tiempo, se irá abaratando
En la competencia por el cetro mundial se reunían cincuentaiún participantes de veintiún países diferentes. Entre ellos, los locales Hamad Mohammad Alfadala, Khalid Jassim Al Kuwariand o Jassim Ahmed Al Suwaidi, además del que es, a día de hoy la gran figura mundial de este deporte, el galo inventor del ingenio.
Eso sí: hasta que se vaya popularizando la idea –que lo hará, seguro-, el flyboard sale un poco caro: tanto como unos 14.000 euros cada tabla. Paciencia: si se impone a lógica, de aquí a unos años estaremos hablando de algún cero menos.