Por esto mismo me encanta escribir: este año, sin mayores esfuerzos ni riesgos, he navegado por todos los mares hasta dar la vuelta al planeta en un barco energéticamente inmaculado, me he enfrentado a las olas y a los rápidos de diferentes ríos, me he burlado de los obstáculo, desafiado y vencido a la gravedad…
… ¡Si hasta he subido dos veces al Everest! Una, gloriosa, acompañando a la expedición que hizo a Sir Edmund Hillary parte de la Historia y otra, más reflexiva. Nostálgica, si quieres, pensando en qué nos estamos convirtiendo cuando permitimos que un cadáver se quede tirado a unos centenares de pasos de la cumbre, rodeado de desperdicios.
Todas estas historias -la mayoría, confirmo tus sospechas, salidas de mi imaginación- pueden haber supuesto para ti una fuente de información o de entretenimiento, pero la recompensa que un servidor ha recibido es mucho más grande, en tanto en cuanto he escrito y, sobre todo, aprendido mucho.
La aventura de seguir creciendo
Tal vez te decepcione saber que, aunque no soy mal remero, no me he enfrentado nunca a olas de más de un metro o que mis escaladas se reducen a las rocas de los acantilados, para encontrar una buena postura de pesca. No te culpo, y he de desengañarte:
Con cada artículo que he ido escribiendo, he sentido como crecía personalmente. Cada reto leído, imaginado y casi siempre escrito ha supuesto un pequeño empujón personal hacia una madurez que no será nunca completa (o eso espero).
Del mismo modo, cada uno de los artículos, me ha hecho proyectar, aunque a veces lo sepa imposible, un viaje, una escalada, un descenso, un descubrimiento o una vuelta a paisajes conocidos que en su día supusieron una sorpresa y que hoy serían una excusa para la nostalgia en los caminos y montañas de una Galicia que llevo en las venas y en los ojos.
Una extraña sensación en la boca del estómago
No: no he necesitado salir de mi estudio para vivir sensaciones y emociones propias de la más arriesgada de las aventuras. Es posible que los niveles de adrenalina no se me hayan disparado a los de un paracaidista, pero lo que sí he sentido y por eso sé que alguna vez tiene que haberte pasado a ti lo mismo, es una sensación curiosa en la boca del estómago, no muy distinta a la que imagino que Cristóbal Colón sentiría cuando pensaba que se podía llegar a Las Indias navegando por el Este.
Ha sido un año de aventuras desde la mesa del despacho que espero que se convierta en muchos más y que, de todo corazón, deseo que sigamos compartiendo tú y yo. Feliz 2013.